Había una vez un sofá, una montadora de cine y un director. El sofá era normal, de cuadros de colores. El sofá era viejo, y como tal, sabio. El sofá escuchaba a la montadora y al director hablar de sueños, de proyectos, de vida y de cava rosado, haciendo una posible alusión al color de la película en la que trabajaban, de título CHUPERTÓPICO. Un día, otro día y la montadora entendía al director y el director agradecía todo el trabajo de la montadora y la entrega y el amor, pero sobre todo, la escucha. Y se gustaban y creaban. Un día, en pleno proceso de postproducción el director se cambia de casa y necesita otro sofá, entonces le entrega el sofá con los sueños a la montadora. Ahora el sofá, viejo y sabio y los sueños del director, los tiene la montadora.
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